11/11/12

Rabia.

Sin embargo, como tan bien saben la Warner Bros, John D. McDonald y la Long Island Dragway, existe un Mr. Hyde para cada feliz rostro de doctor Jekyll, una cara oscura al otro lado del espejo. El cerebro tras esa cara nunca ha oído hablar de hojas de afeitar, plegarias o la lógica del universo. Vuelves de lado ese espejo y ves tu rostro reflejado con una siniestar mueca, medio loca, medio cuerda. 

Los astrónomos denominan a la línea entre la luz y la oscuridad "el terminador".
El otro lado del espejo demuestra que el universo tiene la lógica de un chiquillo vestido de vaquero en la noche de Halloween, con las tripas y la bolsa de caramelo esparcidas a lo largo de un kilómetro de la Interestatal 95. Es la lógica del napalm, la paranoia, las bomas en la maleta de esos árabes felices, el carcinoma fortuito. Esta lógica se devora a sí misma e indica que la vida es un mono sobre un palo, que gira histérica y errática como esa moneda que se lanza al aire para decidir quién paga el almuerzo.
Nadie mira ese otro lado a menos que sea preciso, y lo entiendo perfectamente. Uno lo mira si un borracho sube a su coche en plena autopista, pone el vehículo a ciento sesenta y empieza a balbucear que su mujer le ha abandonado; uno lo mira si un tipo decide cruzar Indiana disparando contra los chicos que van en bicicleta; uno lo mira si su hermana dice: "bajo un momento a la tienda y vuelvo", y la mata una bala perdida en un asalto. Uno lo mira cuando oye hablar a su padre de cortar la nariz a mamá*.
Es una ruleta, y quien afirme que el juego está manipulado no hace más que lamentarse. No importa cuantos números haya, el principio de esa bolita blanca no sufre cambios. No digáis que es absurdo; es todo muy lógico y cuerdo.
Y esa naturaleza extraña no sólo se halla en el exterior, sino tambien dentro de uno, en este mismo instante, creciendo en la oscuridad como un puñado de setas mágicas. Llámala la "Cosa del Sótano" o el "Zorro de las Melodías Animadas". Yo lo concibo como mi dinosaurio privado, enorme, viscoso y lerdo, que recorre a trompicones los hediondos pantanos de mi subconsciente sin encontrar un hoy de brea lo bastante gran para caber en él.

Rabia - Stephen King. (He aquí el porqué lo adoro)

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