23/1/13

302


Vestía un vestido rojo, mi cabello caía de forma ondulada sobre mi espalda. La noche era magnífica. Habitación 302, yo la compartía con un par de amigas, todas nosotras íntimas de la novia. Ese había sido su sueño desde niña. La ansiedad nos invadía.
 El hotel era un edificio imponente, de paredes empapeladas y enormes columnas de yeso. Ver esa enorme estructura te hace sentir insignificante, como una hormiga en comparación con un mamut. Solo Dios sabe cuantos pisos tenía.
  Nuestro cuarto era modesto y lujoso a la vez, un papel tapiz oliva y una guarda blanca recubrían la pared. Tres camas simples, una pequeña sala de estar y un baño blanco en su totalidad.
 Llegó la hora y caminamos por pasillos luminosos, era sencillo notar que el hotel estaba atestado de gente, incluido el personal de servicio.
 Arribamos al gran salón. La decoración nos deslumbró, aunque sabíamos exactamente el gusto de Carolina, y era de esperarse.
Manteles color coral adornaban las mesas, los centros eran fanales blancos con ramilletes de flores, era muy fino.
 La fiesta fue espléndida, la comida fenomenal y nos divertimos bastante.
 Con una de mis compañeras decidimos retornar a la habitación, al cabo de un par de vueltas por pasillos interminables nos dimos cuenta de que estábamos perdidas. Fue entonces cuando alcanzamos a ver el resplandor que producía al reflejarse la luz sobre el número metálico de una puerta. Era la 302, sólo era necesario atravezar un trecho oscuro de no mas de diez metros. Sus paredes eran rojas y una especie de marcos dorados colgaban de ellas, era escalofriante.
 Mi amiga tomó mi mano justo cuando iba a dar el primer paso.
-          ¿Y si damos la vuelta? – Me leyó el pensamiento.
 Continuamos caminando hasta que en un momento el pasillo finalizó abruptamente, una pared blanca, no había mas puertas, pensándolo bien hacía rato que no las notaba.
 Sonó mi teléfono celular, al atenderlo una voz grave me dijo: - Mirá la mano de tu amiga - Y al obedecer una sensación de pánico se apoderó de mí. Sollozando intenté preguntar quién era. Ella seguía ahí, parada, inmóvil, en un estado de shock. Di media vuelta y con toda mi impotencia pregunté a la voz porqué a ella, y solo obtuve como respuesta: - Mirá sus ojos- Al observarlos mi teléfono junto con mi mundo cayeron al suelo. Eran vidriosos, rojos, inexpresivos. Fue allí cuando su cuerpo se desmoronó en el suelo. Muerta.
 Corrí eufóricamente por esos pasillos que llevaban a la nada misma. Llegó un punto en el que me cansé de correr en vano entre paredes vacías y totalmente blancas.
 Caí sobre la alfombra y yací allí por un tiempo indeterminado. Mi respiración era agitada, al levantar la vista noté puertas nuevamente, esta vez abiertas.

Se miraban sonriendo, no eran la pareja mas perfecta del mundo, pero habían enfrentado sus dificultades y aún se mantenían en pié, no poseían bienes materiales en absoluto, si se ponían a pensar mas de unos minutos probablemente todo el stress de las deudas abombaría sus cabezas, sin ellos momentáneamente eran felices. No podrían quitarse los ojos de encima por nada del mundo. Ella era tan jóven, su melena rubia formaba una perfecta cascada hacia sus hombros, y él, nada podría describirlo mejor que la palabra sencillo.  No carecían de complicaciones mayores, o él no las hacía perceptibles para no dificultar la existencia de las dos mujeres que mas amaba. La niña era la luz de sus ojos, y esa tarde de enero se iría para siempre, hasta dejarlos opacos.
  Un descuido puede modificar nuestras vidas irreparablemente. Una zambullida un minuto antes la hubiera salvado. No se podía justificar.
 Elena corría alegremente por el jardín de la casa de su abuela mientras él arreglaba el jardín, un segundo quitó la vista de ella, cosa que nunca había echo con anterioridad, y no la vió más hasta hallarla allí, en el fondo, cubierta por una manta de aguas y sumida en un sueño profundo del que no podría despertar.
 La culpa carcomió sus cesos hasta el día de hoy.

Por la primer puerta pude observar a una pareja jóven, sabía quienes eran, yo misma había presenciado sus momentos mas difíciles, y los mas felices también.  Pero sus muecas extrañas carecían de felicidad, era como si hubieran visto a un fantasma.
Al transladar mi visión a la otra esquina de su cuarto observé aterradamente a una niña, cuyo pelo cubría la mitad de su cara, parecía que hubiera pasado años debajo del agua, este líquido cubría ya el suelo de la habitación, pero no era agua corriente, era llanto. Alcanzé a escuchar ¿Porqué me hicieron esto? Y la puerta se cerró repentinamente.
 Giré mi cabeza y en la puerta opuesta ví a una mujer de unos treinta años de edad, a juzgar por su aparencia era una mujer adinerada y completamente consentida. Su cuerpo se hallaba cortado y la sangre fluía por todas las paredes escribiendo algo que no me fue posible leer. En el cuarto enfrente de mí un anciano corría despavorido minteras cientos de rayos lo perseguían.
  El hotel juega con tus peores miedos, era imposible escapar.
 Cerré los ojos, respiré hondo, me puse en pié y continué mi recorrido, igual ya no sabía qué buscaba. Nuevamente paredes limpias. Transcurrieron horas hasta que un pasillo desembocó en un gran salón, era el de la boda, pero todo era diferente.
 Carolina se encontraba tendida sobre una mesa, el vestido tornó de blanco a carmín y la sangre ya comenzaba a escurrirse por su mano que estaba levemente salida de la mesa.
 A su frente estaba él, su marido, con un enorme cuchillo ensangrentado. No se percató de mi presencia hasta que pisé un vaso en mi intento de huída.
 Me miró con sus ojos negros e hipnóticos, sonrió.
 Fue entonces cuando desperté, estaba sobre una de las camas individuales dentro de la habitación 302, vestía un vestido rojo.
 Era hora, una boca, Al finalizad no tuve ni el menor problema en encontrar mi habitación.

 Mucho tiempo ha pasado, ya casi un año,  al finalizar mi desayuno me dispuse a ordenar mi closet. Y ahí estaba, deslumbrante como siempre mi vestido rojo.
 Leí el diario, una mujer habia sido asesinada por su esposo, quién luego se había dado a la fuga, su nombre era Carolina.


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